Correr en la naturaleza
Correr en la naturaleza tiene algo especial, difícil de explicar en palabras. La primera vez que lo hice fue en las Sierras de Minas y ese momento quedó retenido en mi memoria para siempre. Ese día se produjo un antes y un después en lo que refiere a mi experiencia como corredor.
Correr en la naturaleza nos vuelve a nuestro estado más primitivo, a lo que fuimos hace miles de años, cuando corríamos para conseguir nuestro alimento, para desplazarnos de los peligros que nos acechaban o para buscar un lugar donde vivir.
Con el paso del tiempo y el desarrollo de la civilización fuimos perdiendo muchos hábitos. En primera instancia, comenzamos a dejar de correr, a vivir en entornos urbanos y ya no necesitamos salir a buscar alimentos por nuestros propios medios. Entonces, luego de tanto tiempo de llevar una vida así, para todos se volvió extraño correr en la naturaleza, se convirtió en una rareza que solo pocos hacían. Por suerte, en todo el mundo, y Uruguay no es la excepción, se comenzó a desarrollar el Trail Running, que no es otra cosa que competencias de running en la naturaleza y, por esta razón, la gente que ya corría en la ciudad comenzó a entrenar para estos desafíos.
Cuando uno corre en un entorno natural, corre con todos los sentidos. Tus pies pisan el pasto, la tierra, el agua, el barro, sientes el viento pegar en tu cara y experimentar una sensación de libertad difícil de hallar en otros lados. Tus ojos ven cerros que subir, cañadas que cruzar, animales por el camino, repechos y bajadas increíbles. Ahí no necesitas correr escuchando una Playlist de Spotify porque la música te la pone la naturaleza, tus oídos van registrando el canto de los pájaros, el ruido del viento en los árboles o el del agua que trae un arroyo. Vas escuchando el latir de tu corazón, tu respiración, y no hay nada más en el mundo que te saque de ese momento único. Lo mejor de todo, quizás, es correr con los olores de la naturaleza, el aroma del pasto, de las flores, de la tierra mojada, la verdad que todo eso no tiene precio. Hasta si te agarra una buena lluvia en el medio del campo tiene su belleza.
Incluso, para mí, el agua o la bebida isotónica que tomas es más rica cuando corres en estado salvaje. En la naturaleza te olvidas del reloj, de los ruidos de los autos, de la contaminación auditiva que trae la propia vida urbana, del olor de los caños de escape, de parar tu carrera en los semáforos, entre otras cosas. Además, por lo general, cuando vas a esos sitios a correr, te tomas prácticamente el día para descansar, aprovechas para conocer lugares, y muchos lo hacen como turismo deportivo. Lo puedes hacer con amigos, pero nada impide que también lo hagas solo y la pases genial. Correr en la naturaleza te da la satisfacción de, por ejemplo, trepar un cerro para llegar a la cima y poder ver un amanecer o un atardecer soñado en las sierras. De disfrutar de lugares donde sólo accederías por tus propios medios, de estar en sitios que jamás irías si no es corriendo. Todo esto hace que tu mente procese tanta información que es difícil de explicar a los demás. Es volver a tu estado más natural a conectarte con tu esencia y pienso que cada uno debería de darse la oportunidad de vivenciar esa increíble experiencia de correr en la naturaleza.
Fabián Laureiro.