#SigamosMoviéndonos cuidando nuestro cuerpo por Ana Sofía Bustin
Existe la tendencia a asociar la salud al aspecto físico de una persona. No obstante, esa asociación se enfoca únicamente en la apariencia, cuando la salud va mucho más allá. Para mi, la salud nace de la conciencia y del amor propio.
El cuerpo es nuestro templo y debemos cuidarlo como tal. Ejercitarnos es esencial para mantenernos fuertes y sanos. Además de modificar nuestro aspecto físico, entrenar potencia nuestra vitalidad. Está comprobado que, al hacer ejercicio, nuestro cerebro libera sustancias químicas llamadas “endorfinas”, estas elevan la autoestima, mejoran la calidad del sueño, reducen el estrés, previenen la depresión, la ansiedad y muchas otras enfermedades. Mover nuestro cuerpo nos ayuda a liberar tensiones que acumulamos en nuestras rutinas diarias. Mantenerse activo es indispensable.
Pero esto no termina ahí. El entrenamiento se debe complementar con una buena alimentación. Expertos aseguran que nuestro estado físico depende un 70% de nuestra alimentación y un 30% del ejercicio. Ejercitarse varias horas todos los días de la semana es totalmente en vano si no se acompaña con una dieta completa y balanceada. Y por la palabra “dieta” no me refiero a recurrir a regímenes alimenticios estrictos y esclavizantes en los que se pasa hambre. O mejor dicho, se pasa mal. Me refiero a comer con conciencia, eligiendo los alimentos correctos, combinándolos de la manera adecuada y respetando los horarios de las comidas.
A pesar de ser todos seres humanos, todos somos diferentes. Por lo tanto, no hay una regla común que nos asegure a todos alcanzar los mismos resultados. De hecho, el tipo de entrenamiento y el tipo de alimentación depende de el objetivo que busquemos, de nuestra genética, de las características de nuestros cuerpos, entre otros. Es cuestión de encontrar la ecuación perfecta para nosotros, y trabajar duro en virtud de nuestras metas hasta visualizar los resultados. Para ello es indispensable escucharse, entenderse y educarse. La única regla que se aplica a todos por igual es la de la disciplina y la constancia. Aquí no funcionan las casualidades, la suerte, ni la magia, los objetivos sólo se consiguen con esfuerzo.
En Internet se puede encontrar mucha información valiosa y de calidad. Sin embargo, a mi entender no hay nada como el asesoramiento profesional personalizado. En mi experiencia personal, recurrir al conocimiento de profesionales especializados tanto en fitness como en nutrición fue un antes y un después en mi vida. En materia de ejercicio, recurrí a dos profesores que me enseñaron que tipo de entrenamiento era el adecuado para mi cuerpo. Siempre fui delgada por naturaleza y muy deportista. Antes solía practicar muchos deportes en los que debía correr constantemente o solía asistir a clases de alta intensidad. Sin saberlo, al ejercitarme lo único que estaba logrando era adelgazar más y más y era lo único que no quería. Al asesorarme aprendí de que manera debía entrenar para ganar masa muscular. Con el correr del tiempo, mi cuerpo cambió rotundamente.
Algo muy similar me sucedió con la alimentación. En mi casa siempre se comió muy sano y yo solía pensar que me alimentaba muy bien; evitaba la comida chatarra, me limitaba con las azucares, no me salteaba ninguna comida. ¡Realmente yo sentía que hacía todo bien! Fue cuando mi cuerpo comenzó a expresar déficits en mi ciclo menstrual el momento en el que decidí recurrir a ayuda profesional. Me costó mucho tiempo, angustias y frustraciones descubrir que era lo que estaba mal en mi organismo, hasta que me topé con una doctora de medicina integrativa que me informó que por muchos años me había estado alimentando de la forma incorrecta. A ojos de muchos mi alimentación podría ser un ejemplo a seguir, pero increíblemente yo estaba dañando mi cuerpo sin saberlo. Una vez que ajusté mi dieta y me desintoxiqué, mi vida dio un giro de 180 grados. La historia es larga pero sorprendente. Si resuena en ustedes, los invito a leer mi nota: Escuchen-se, en la que relato lo vivido con lujo y detalle.
Soy de las personas que creen que nuestro cuerpo es un medio por el cual expresamos nuestra esencia. Es nuestra herramienta física y finita en el mundo de la materia. Un canal por el cual nos manifestamos en el mundo terrenal. Me gusta pensar que somos seres mucho más vastos. Por lo tanto, no debemos centrarnos únicamente en nuestro envase, debemos cuidarnos en todos los aspectos. Si bien entrenar y alimentarnos adecuadamente alteran nuestro estado mental y emocional, no son los únicos agentes. Somos el resultado de una red fascinante e infinita de variables que se complementan y el descuido de una de ellas implica el desequilibrio de nuestra integridad.
A mi parecer, la salud se asocia estrechamente al equilibrio. De nada sirve sobre exigirnos entrenando o controlar excesivamente todo lo que ingerimos, si no nos cuidamos de raíz. Ya sabemos que todo en exceso hace mal. Aprendamos a querernos y a respetarnos. Regalémonos momentos de ocio, momentos de disfrute, momentos de paz y de descanso. Dormir bien, descansar, meditar, leer, pintar, cantar, bailar, son sólo algunas de las cosas que podemos hacer para cuidar de nosotros mismos. La salud mental es tan importante como la salud física. No es posible brillar por fuera si no se brilla por dentro. No existen los limites para aquellos que descubren que la clave se esconde en el amor propio.
“¿Cuántas horas dedicas al cuerpo? ¿Cuántos minutos le dedicas a la mente? ¿Cuántos segundos le dedicas al alma?”